No es fácil avistar icebergs en el rincón más olvidado del Mediterráneo español. Hacen falta, por este orden, un poyete humilde o una noble terraza con vistas al mar, varias mecedoras sin pretensiones, porque los icebergs que se atreven a cruzar el estrecho son criaturas alegres y exhibicionistas que sólo se muestran ante varios amigos y nunca desperdician su paso insólito por los mares de levante para el goce y disfrute de una sola persona. También son precisos los versos que llegan volando a la memoria y los relatos de antiguas aventuras, la conversación alegre y bienintencionada y las risas. Las risas son fundamentales, son como un sónar que atrae a los icebergs que han perdido el rumbo en estas aguas desconocidas para ellos.
Hacen falta también buenas bebidas, y que de vez en cuando, se haga el silencio. Porque en el silencio vive la fe en el milagro y sólo en él se produce el deseado avistamiento..
En ese silencio compartido cabe también, o mejor dicho, lo completa, cierta música. Pero sólo esa música que comparten los icebergs perdidos y los niños que se descubren de repente mayores, y con algún desamor a sus espaldas. Música alegremente triste, o tristemente alegre, que hace de la larga espera un tesoro para la memoria.
vaya aquí la primera entrega de esa banda sonora, de ese faro musical para icebergs.
Miss Blossom Dearie, y sí:. I'm in love again.
Ignacia de Pano
ICEBERG ENCONTRADO
Tras las últimas palabras, con el silencio
se adivinó la isla de nieve
dimensión lenta de casi invisible blancura
con destellos de viejas odiseas
Azul en el cielo azul de mar
calmada como un espejo que sustentara el vacío
se mostró la luz de materia fugitiva
derivando como un barco que traslada el horizonte.
La brisa regresó
atravesando las estancias solitarias
acarició la frente con caricias de hielo
y vistió de azul las manos
refrescando el espacio del cuerpo con sus gotas de nube
Puede que tras su espejo
esconda el secreto de las palabras no encontradas
pero que las manos tocaron hace muchos años
y que tal vez regresen
cruzando como un suspiro la soledad de una terraza
con vistas al mar
en un rincón olvidado del Mediterráneo.